Panorama poselectoral
Las elecciones del 23 de julio han arrojado un resultado diferente al pronosticado por las encuestas, y un desenlace en el que la formación que ha obtenido más votos, el PP, puede no formar Gobierno, mientras que el segundo partido, el PSOE, puede terminar logrando una nueva versión del llamado “Gobierno Frankenstein”, que garantice la permanencia de Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa.
Es evidente que la política de Sánchez ha conseguido un gran éxito, al lograr que tantas personas realmente crean que su Gobierno es sinónimo de “avances”, mientras que la alternativa de centro y de derecha lo es de “retrocesos”. También ha terminado siendo claro el coste de la estrategia electoral y política del PP con respecto a Vox, basada en subrayar sus diferencias, mientras que el electorado veía que lo más natural y verosímil era que se asociaran.
A partir de tales constataciones, sin embargo, la situación es incierta. No cabe reducir la cuestión a una rendición de socialistas y comunistas ante los nacionalistas, que, amparados en su posición de fuerza, ahora con la llave en manos de Puigdemont en Waterloo, exigirán ya mismo su programa máximo de amnistía e independencia o autodeterminación. Esto no va a suceder, y los nacionalistas, bastante divididos entre sí, lo saben. También lo sabe Sánchez, que siempre puede, antes o después, amenazar con romper o directamente romper la baraja y alejarse de los nacionalistas en busca del voto moderado, y presentándose como defensor de la unidad de España. Su excelente resultado en Cataluña lo avala. Sin olvidar, naturalmente, la fuerza del PP en términos del poder territorial y su mayoría absoluta en el Senado.
Entre tanto, los ciudadanos asisten al espectáculo de la política, un espectáculo que, por supuesto, financian ellos en su totalidad, y que tiene una dinámica económica preocupante en términos de finanzas públicas e inflación, en un contexto de escaso crecimiento y de restablecimiento de las reglas fiscales de la Unión Europea en 2024.
Pero de eso hablaremos cuando llegue el otoño, que bastante complicado está ahora el panorama político como para que le añadamos el económico.