'Un chalé y tres hipocresías', por Carlos Rodríguez Braun
El revuelo causado por el chalé de Irene Montero y Pablo Iglesias ha venido marcado por tres muestras de hipocresía.
La primera es la supuesta incoherencia entre un chalé de lujo y ser uno de los líderes de la izquierda, como si debieran ser personas humildes. Nunca lo son. Desde Marx y Engels hasta Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, desde los socialistas más vegetarianos hasta los más carnívoros, la gran mayoría han sido señoritos; casi todos han vivido sin estrecheces y algunos en condiciones de lujo. Un ilustre antecesor de Iglesias en esto del populismo, el general Perón, vivió en una mansión en Puerta de Hierro en Madrid. Por tanto, llevarse las manos a la cabeza porque un político que presume de representar a “los de abajo” viva como “los de arriba” es pura hipocresía.
La segunda muestra de hipocresía es la que han exhibido los jefazos de Podemos, considerándose injustas víctimas de lo mismo que les parecía justo cuando ellos lo practicaban contra otras personas. Fue el caso de los “escraches”, definidos por Iglesias ecomo “jarabe democrático de los de abajo”, pero que se transforman en “amenazas fascistas” cuando se los hacen a él. Dijo que había que cuidar a los niños, pero no se recuerda que haya criticado a Ada Colau y sus secuaces, que escracharon el domicilio particular de Soraya Sáenz de Santamaría, donde vivía su niño de pocos meses.
Y, por fin, la tercera hipocresía es, precisamente, el empleo sistemático de la expresión “fascismo” para referirse a los adversarios. Esta costumbre está muy extendida entre la izquierda y los nacionalismos, y resulta llamativa porque son ellos mismos el mejor ejemplo de las características más nocivas del fascismo.
Lo debería saber el señor Iglesias, que es nada menos que doctor en Ciencias Políticas —otra señal de que él, como tantos otros en su partido, es elitista como el que más. Las características del fascismo se encuentran replicadas en varios aspectos de Podemos, como el colectivismo, el personalismo, el narcisismo, y sobre todo el antiliberalismo. Y, por supuesto, en sus proclamas ideológicas y sus métodos de adoctrinamiento y acción política, empezando por la identificación de la algarada callejera con la expresión del genuino sentir popular.
A house and three cases of hypocrisy
Carlos Rodríguez Braun
The commotion caused by the house of Irene Montero and Pablo Iglesias has been marked by three examples of hypocrisy.
The first is the supposed inconsistency between a luxury home and being one of the leaders of the left, as if they were meant to be modest people. They never are. From Marx and Engels to Pedro Sánchez and Pablo Iglesias, from the most mild-mannered to the most rabid socialists, the majority have been high and mighty; almost all of them have been well-off and some have lived in luxury. An illustrious predecessor of Iglesias, in terms of populism, General Perón, lived in a mansion in Puerto de Hierro in Madrid. Therefore, causing a fuss because a politician who claims to represent “those at the bottom” lives like “those at the top” is pure hypocrisy.
The second example of hypocrisy is that which has been displayed by the big shots of Podemos, considering themselves to have been unfair victims of what seemed fair to them when they practised it against other people. This was the case of the “escrache” (public denunciation protests) defined by Iglesias as the “democratic syrup of those at the bottom”, but which become “fascist threats” when carried out against him. He said that it was necessary to look after the children, but there is no record of him criticising Ada Colau and her followers, who publicly protested out the private home of Soraya Sáenz de Santamaría, which was also home to a child just a few months old.
And, lastly, the third example of hypocrisy is indeed the systematic use of the expression “fascism” to refer to opponents. This custom is very widespread among the left and proponents of forms of nationalism, and it is striking because they themselves are the best example of the most damaging forms of fascism.
Mr Iglesias should know this, he has no less than a doctorate in Political Science -another sign that he, like so many others in his party, is just as elitist as anyone else. The characteristics of fascism are replicated in several aspects of Podemos, such as collectivism, personalism, narcissism, and above all, anti-liberalism. And, of course, in his ideological proclamations and methods of indoctrination and political action, beginning with the identification of street mobs as the genuine expression of popular feeling.