Viajes a Waterloo, por Carlos Rodríguez Braun
La extrema izquierda y el nacionalismo pueden mantener a Pedro Sánchez en la presidencia del Gobierno, pero ahora son necesarios todos los separatistas, en particular el líder de Junts per Catalunya, Carles Puigdemont, un prófugo de la Justicia española que reside en Waterloo. Por eso han aumentado allí los visitantes políticos.
Yolanda Díaz, vicepresidenta en funciones del Gobierno, se reunió con Puigdemont, y su partido, Sumar, ha propuesto al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero como mediador entre Sánchez y Puigdemont.
Como apuntamos en un artículo anterior, el problema es el doble precio que exigen los independentistas: la amnistía para los encausados por el referéndum ilegal y el referéndum para la autodeterminación de Cataluña. Ambos son inconstitucionales, y la posibilidad de disfrazarlos para garantizar su legalidad representaría un coste político para los socialistas.
El Partido Popular, ante el probable fracaso de la investidura de Alberto Núñez Feijóo, y el posible éxito de la investidura de Sánchez, apoyado por los independentistas, ahora también los de Waterloo, pretende subrayar ese coste. Intentará dañar la imagen, no solo de Sánchez sino de todos los políticos socialistas, forzándolos en ayuntamientos y comunidades autónomas a aclarar su posición con respecto a la amnistía y el referéndum.
La izquierda, por supuesto, es consciente de esta maniobra, y por eso intenta neutralizarla, acusando al PP de ser el verdadero responsable de la tensión política en Cataluña, que se habría aliviado gracias a las gestiones conciliadoras de la izquierda. La debilidad de este argumento es que la supuesta calma en el mundo nacionalista no parece real, porque ha sido lograda sobre la base de más y más cesiones, que, lejos de aplacar los ímpetus separatistas, los han animado.
En las maravillosas páginas iniciales de La cartuja de Parma, el joven protagonista de la gran novela de Stendhal no termina de saber si está o no está en la batalla de Waterloo. Podemos evocar su desconcierto, porque nosotros hoy no sabemos cuál será el desenlace de los viajes a Waterloo y de las negociaciones que allí se entablan para el futuro del Gobierno y de nuestro país.
Trips to Waterloo
The extreme left and nationalism may keep Pedro Sánchez as president of the Government, but now all the separatists are necessary, in particular the leader of Junts per Catalunya, Carles Puigdemont, a fugitive from Spanish justice who resides in Waterloo. That is why political visitors there have increased.
Yolanda Díaz, the acting vice-president of the Government, met with Puigdemont, and her party, Sumar, has proposed the former president José Luis Rodríguez Zapatero as a mediator between Sánchez and Puigdemont.
As we stated in a previous article, the problem is the double price demanded by those who want independence: the amnesty for those indicted for the illegal referendum and the referendum for the self-determination of Catalonia. Both are unconstitutional, and the possibility to disguise them in order to guarantee their legality will come at a political cost for the socialists.
The Partido Popular, faced with the likely failure of the investiture of Alberto Núñez Feijóo, and the possible success of the investiture of Sánchez, supported by those who seek independence, and now also those in Waterloo, aims to highlight that cost. It will try to damage the image, not only of Sánchez but of all the socialist politicians, forcing them in councils and autonomous communities to clarify their position in relation to the amnesty and referendum.
Of course, the left is aware of this manoeuvre, and is thus trying to neutralise it, accusing the PP of being the real culprit behind the political tension in Catalonia, which would have been alleviated thanks to the conciliatory moves of the left. The weakness of this argument is that the supposed calm in the nationalist world does not seem real, because it has been achieved on the basis of more and more concessions, which, far from appeasing the momentum of separatists, has encouraged it.
In the wonderful opening pages of The Charterhouse of Parma, the young protagonist of Stendhal’s great novel cannot work out if he is or is not at the battle of Waterloo. We can evoke his bewilderment, because at present we don’t know what the outcome will be of the trips to Waterloo and the negotiations undertaken there for the future of the Government and our country.