"Singularidades políticas" por Carlos Rodríguez Braun
La posibilidad de una reforma que otorgue soberanía fiscal a Cataluña, mediante un mecanismo parecido al llamado “cupo” del País Vasco, ha abierto la caja de los truenos en la política española, y ha puesto de moda la palabra “singularidad”.
Antes de las elecciones catalanas, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, planteó la “financiación singular” para la región. Los socialistas, conscientes del coste político que este privilegio representaría, alegan que ningún español perdería. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, declaró a La Vanguardia: “Es compatible mejorar el sistema de financiación autonómica desde el plano multilateral y al mismo tiempo articular una financiación singular para un territorio tan importante como Cataluña”. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, habló de “una reforma global” de la financiación autonómica que al mismo tiempo respete las “singularidades” catalanas.
En realidad, las únicas singularidades que cuentan aquí son las políticas.
En cuanto a la economía, la Fundación de Estudios de Economía Aplicada aclaró que la soberanía fiscal catalana obviamente restaría fondos a las demás Comunidades Autónomas, privando al Estado de los recursos necesarios para financiarlas. Dichas autonomías, y no solo las gobernadas por el Partido Popular, protestaron, en primer lugar, porque “singularidades” tienen todos los territorios de España, y, en segundo lugar, porque estamos ante una descarada compra de votos por parte de Sánchez, que necesita a los separatistas de ERC y de Junts para permanecer en la Moncloa.
Pero, además, la cuestión fiscal enfrentó a los nacionalistas entre sí. ERC, de capa caída tras las elecciones, quiere ganar peso en la negociación con el Estado, y presentarse como protagonista de los logros en el camino hacia la independencia. Por su parte, Junts rechaza ese protagonismo, y su líder, Carles Puigdemont, que también negocia con los socialistas una reforma fiscal, acusó a Sánchez de “chantaje” a ERC para conseguir que el candidato socialista, Salvador Illa, sea el nuevo presidente de la Generalitat.
Pedro Sánchez, que necesita el apoyo de ambos partidos, está ante un nuevo callejón sin salida. O con una salida costosa para los contribuyentes, a saber, conceder una “singularidad” fiscal a Cataluña subiéndoles los impuestos a todos los españoles.
Political singularities
The possibility of a reform that grants fiscal sovereignty to Catalonia, through a mechanism similar to the so-called “quota” of the Basque Country, has opened up a can of worms in Spanish politics and made the word “singularity” fashionable.
Before the Catalan elections, the president of the Catalan Government, Pere Aragonés proposed “singular funding” for the region. The socialists, aware of the political cost that this privilege would represent, claim that no Spaniard would lose. The president of the Government, Pedro Sánchez, declared to La Vanguardia: “It is compatible to improve the regional funding system from a multilateral perspective and at the same time create singular funding for a region as important as Catalonia.” The minister of the Treasury, María Jesús Montero, spoke of a “global reform” of regional funding which at the same time respects Catalan “singularities”. In reality, the only singularities that matter here are the political ones.
With regard to the economy, the Foundation for Applied Economics Studies clarified that Catalan fiscal sovereignty would obviously take funds from the other Autonomous Communities, depriving the State of the necessary resources to fund them. These autonomous communities, and not just those governed by the Partido Popular, protested, firstly, because all the regions of Spain have “singularities” and, secondly, because we are faced with the shameless vote buying of Sánchez, who needs the separatists of ERC and Junts to remain in the Palace of Moncloa.
However, the fiscal matter also brought nationalists up against one another. ERC, in the doldrums after the elections, wants to gain influence in negotiations with the State, and present itself as the star of achievements on the path towards independence. In turn, Junts rejects that starring role, and its leader, Carles Puigdemont, who is also negotiating a fiscal reform with the socialists, accused Sánchez of “blackmailing” the ERC to get the socialist candidate Salvador Illa, to be the new president of the Catalan Government.
Pedro Sánchez, who needs the support of both parties, is faced with another dead end. Or a costly way for tax payers, namely, to grant a fiscal “singularity” to Catalonia by raising taxes for all Spaniards.