Peajes, por Carlos Rodríguez Braun

Peajes, por Carlos Rodríguez Braun

Entre las desagradables sorpresas que tenía reservadas el Gobierno, y cuya publicación demoró adrede para no perjudicar aún más a su candidato en las elecciones autonómicas de Madrid, estaba la de imponer peajes en las autovías, e incluso en carreteras estatales y regionales.

Carlos Rodríguez Braun

Ante la reacción indignada de la población, las autoridades acometieron una estrategia que, probablemente, ya tenían preparada. Así, el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, acudió al Parlamento y presentó una buena defensa. Sostuvo que este Gobierno había “liberado” muchos kilómetros de autopistas; recordó que el PP también había planeado en tiempos de Mariano Rajoy poner peajes en las autovías; y, lo fundamental: que el proyecto quedaba descartado si no contaba con el apoyo de los demás partidos.

De esta manera, el Gobierno pretende disolver el coste político de una medida tan impopular, y chantajear a la oposición con este dilema: si no aprobáis los peajes, las cuentas públicas se desequilibrarán aún más, y vosotros también seréis responsables; y cuando volváis a la Moncloa, tendréis que lidiar con esa patata caliente.

En pura teoría, los peajes son una forma lógica y justa de financiar las infraestructuras, que ya defendió Adam Smith en La Riqueza de las Naciones en 1776. La trampa, por supuesto, es que ahora en la práctica no se plantean como una alternativa frente a los impuestos que ya pagan los ciudadanos por circular en las vías públicas, sino como un añadido a dichos impuestos. Lo que quieren los gobernantes, por tanto, es forzar a millones de personas a que paguen más, sea por su vehículo privado, sea por el mayor coste del transporte de los bienes que consumen.

El problema de fondo, sin duda, es la propensión de los políticos a resolver el déficit público con subidas de impuestos, y no con reducciones del gasto. Todo indica que lo seguirán haciendo, mediante peajes u otros medios, hasta que el castigo de los electores irritados con la presión fiscal los pueda impulsar en el sentido contrario.

Mientras eso no suceda, la espada de Damocles de los mayores impuestos seguirá pendiendo sobre nuestras cabezas. Y nuestros bolsillos.

Peajes, por Carlos Rodríguez Braun

Tolls

Carlos Rodríguez Braun

Among the unpleasant surprises the Government had planned, and whose publication it delayed on purpose in order not to further harm its candidate in the regional elections in Madrid, was that of imposing tolls on motorways, and even on state and regional roads.

Faced with the indignant reaction of the public, the authorities undertook a strategy that they had probably already prepared. Thus, the Minister of Transport, José Luis Ábalos, came to Parliament and presented a good defence. He asserted that the Government had “freed up” many kilometres of roads; he recalled that during the period of Mariano Rajoy the PP had also planned to install tolls on roads; and, crucially: that the project would be ruled out if it didn´t get the support of the other parties.

Thus, the Government aims to disperse the political cost of such an unpopular measure, and blackmail the opposition with this dilemma: if you don´t approve the tolls, public accounts will be even more unbalanced, and you will also be responsible; and when you return to power in Moncloa, you will have to deal with that hot potato.

In mere theory, tolls are a logical and fair way of funding infrastructures, as defended by Adam Smith in The Wealth of Nations in 1776. The trap, of course, is that now in practice they are not proposed as an alternative to the taxes that citizens already pay to travel on public roads, but rather as an added extra to those taxes. What those governing thus want, is to force millions of people to pay more, whether for their private vehicle, or through the higher cost of the transport of the goods that they consume.

Undoubtedly, the underlying problem is the tendency of politicians to resolve the public deficit by increasing taxes and not with expenditure reductions. Everything indicates they will continue to do so, using tolls or other means, until the punishment of the irritated electors with tax pressures may push them in the opposite direction.

As long as that doesn´t happen, the sword of Damocles of higher taxes will continue to hang over our heads. And our pockets.