Luz y milagros, por Carlos Rodríguez Braun
El tema aparece ya en las primeras líneas de la Biblia: “Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz” (Gn 1,3). Desde entonces, los seres humanos se esforzaron en producir y reproducir esa luz. La gran diferencia, por supuesto, es que, excluidos los resplandores del cielo, la luz generada por el trabajo de las personas nunca ha sido gratis. Por lo tanto, cuando las autoridades nos aseguran que van a abaratar la energía, conviene sospechar.
De entrada, son incapaces de reducir el precio de la materia prima de las centrales de ciclo combinado, es decir, el gas. El famoso “tope” al precio del gas no es ningún milagro, puesto que la posible disminución de la factura para el consumidor final no significa que los ciudadanos vayamos a pagar menos por la luz. Si baja nuestro recibo, subirá lo que habremos de pagar de otra forma, para compensar a las empresas, a las que nadie puede obligar a perder dinero.
Esa “otra forma” de pagar la luz no está definida todavía. Puede ser mediante una nueva edición del llamado “déficit de tarifa”, pero también puede ser que los políticos nos suban los impuestos.
Hablando de impuestos, algunos miembros del Gobierno han sugerido una nueva idea, seguramente con objeto de desviar la atención. Es el proyecto de subir aún más los impuestos a las empresas eléctricas. Como estamos en el mundo terrenal, y no en el mundo de los milagros, es imposible pretender que esa subida de impuestos no tenga efectos sobre numerosos ciudadanos, empezando por los trabajadores y accionistas de dichas empresas.
A los gobernantes, lógicamente, los efectos que más les importan son los efectos sobre los votantes. Y aquí el problema es evidente. La inflación no solo es un impuesto que no se vota en el Parlamento, sino que es un impuesto difícil de ocultar, y, por tanto, como se ve en el caso de los combustibles, es fácil que provoque el descontento popular.
Pretender que todo esto no tenga un impacto político y electoral, eso sí que sería pretender un gran milagro.
Light and miracles
Carlos Rodríguez Braun
The subject appears in the opening lines of the Bible: “God said: ´Let there be light´ and there was light” (Genesis 1.3). Since then, human beings have worked to produce and reproduce that light. The major difference, of course, is that, excluding the glow of the sky, the light created by the work of people has never been free. Therefore, when the authorities state they are going to make electricity cheaper, there are grounds for suspicion.
From the outset, they are unable to reduce the price of the raw materials of combined cycle plants, that is to say, gas. The famous “limit” on the price of gas is not a miracle, given that the possible reduction of the bill for the end consumer does not mean that citizens are going to pay less for electricity. If our bill falls, what we will have to pay somewhere else will increase, in order to compensate companies, who nobody can force to lose money.
That way of paying for electricity “somewhere else” has not yet been defined. It may be through a new edition of the so-called “tariff deficit” but the case may also be that politicians do not increase taxes.
Speaking of taxes, some members of the Government have suggested a new idea, certainly with the aim of diverting attention. This is the project of further increasing the taxes on electricity companies. As we are in the earthly world, and not in the world of miracles, it is impossible to claim that the tax rise will not have effects on several citizens, beginning with the workers and shareholders of those companies.
For leaders, logically, the effects that most matter to them are the effects on voters. And there is a clear problem here. Inflation is not only a tax that is not voted on in Parliament, it is also a tax that is difficult to hide, and, therefore, as we can see in the case of fuels, it is easy to cause popular discontent.
Aiming to ensure that all of this doesn´t have a political and electoral impact, now that would be hoping for a big miracle.