'Los costes del paro': por Carlos Rodríguez Braun
España padece una de las tasas de paro más elevadas de Europa, y particularmente en el caso del paro juvenil, como sabemos bien, por desgracia, en Andalucía.
Los costes del paro son onerosos, en términos económicos, psicológicos y sociales. En primer lugar, por supuesto, para los propios desempleados, pero también para sus familias y para la población en general. Es la población la que financia con impuestos y cotizaciones las prestaciones de desempleo, y el desequilibrio de la Seguridad Social. Dicho desequilibrio ha sido agravado en estos tiempos de crisis, entre otras cosas, por la utilización masiva de la figura de los ERTE, que analizamos aquí hace algunas semanas, y que el Gobierno y las corporaciones sindicales y empresariales acordaron ampliar, con matices y condiciones, hasta el próximo 30 de septiembre. Es posible que lo prolonguen hasta fin de año.
Para entender mejor la situación, conviene que a los mencionados costes del paro añadamos uno más: el coste político. Su papel en el desempleo es fundamental. De hecho, la realidad del paro en España se debe a que nuestros gobernantes, de todos los partidos, no se han atrevido a pagar el coste político de liberalizar y flexibilizar totalmente el mercado de trabajo. Han preferido segmentar ese mercado y obligar a los ciudadanos a sufragar los subsidios y diversas prestaciones para los parados, en vez de impulsar la eliminación del paro. La izquierda ha seguido esa mala estrategia, al pretender derogar la reforma laboral en esta legislatura.
Con los ERTE ha pasado algo parecido. El diario Expansión habló de un “obligado pragmatismo” en el acuerdo para extenderlos, porque “la mayoría de las empresas en ERTE no habrían podido reincorporar ahora a toda su plantilla”. Esa es la explicación: el Gobierno no se ha arriesgado a soportar el coste político de un paro muchísimo mayor, y ha preferido descargar sobre el conjunto de la población el coste de su financiación. Sin embargo, esta situación no podrá mantenerse indefinidamente, porque el déficit de las cuentas públicas explotará.
Ante esa emergencia, los políticos se enfrentarán, otra vez, al dilema de cómo repartir los costes del paro.
The costs of unemployment
Spain suffers from one of the highest rates of unemployment in Europe, and particularly in the case of youth unemployment, as we know well, unfortunately, in Andalusia.
The costs of unemployment are burdensome, in economic, psychological and social terms. Firstly, of course, for the unemployed themselves, but also for their families and for the public in general. It is the public, with taxes and contributes that funds the unemployment benefits, and the Social Security deficit. This deficit has worsened during these times of crisis, among other things, due to the mass use of temporary redundancy plans, which we analysed here a few weeks ago, and that the Government and trade union and business corporations agreed to extend, with nuances and conditions, until 30 September. It is possible that it will be extended until the end of the year.
In order to get a better understanding of the situation, it is worth adding one more to the aforementioned costs of unemployment: the political cost. Its role in unemployment is crucial. In fact, the reality of unemployment in Spain is due to the fact that our leaders, from all parties, have not dared to pay the political cost of liberalising and fully making the labour market more flexible. They have preferred to segment the market and force citizens to cover the subsidies and different benefit payments for the unemployed, instead of boosting the elimination of unemployment. The left has followed that bad strategy, by trying to repeal the labour reform in this legislature.
Something similar has happened with the temporary redundancy plans. The newspaper Expansión spoke of an “obligatory pragmatism” in the agreement to extend them, because "most of the companies in temporary redundancy plans would not now have been able to reintegrate all their staff”. That is the explanation: the Government has not risked withstanding the political cost of much higher unemployment, and has preferred to unload the cost of funding them onto the public as a whole. However, this situation cannot be maintained indefinitely, because the deficit of the public accounts will explode.
Faced with that emergency, politicians will once again find themselves with the dilemma of how to share out the costs of unemployment.