Entre el buque fantasma y las mascarillas, por Carlos Rodríguez Braun

Sotogrande

Llego a Sotogrande y el paisaje ha cambiado. En el mar, se recorta la imponente silueta del megayate, sobre el que se tejen tantas historias y rumores que no haré caso de ninguno, y me limitaré a llamarlo el buque fantasma. Resulta, en todo caso, un espectro peculiar, porque es imposible no verlo. Allí está, majestuoso, callado, y altivo, como si fuera consciente de la admiración y las habladurías que suscita.

Pero si el horizonte del mar no es el mismo, interrumpido por el buque fantasma, también el paisaje en tierra es diferente, con las mascarillas como símbolos del virus, que tanto daño ha causado.

Carlos Rodríguez Braun

Y entre el mar y nosotros, algo espectrales también con nuestras máscaras, se despliega Sotogrande, con sus habituales contradicciones, con su belleza única, pero con la fealdad de algunas de sus construcciones o del ruido de coches y motos.

La identidad de Sotogrande pasa por la discreción, incluso la austeridad. Y la clave de quienes lo fundaron fue su visión de futuro, como se ve en los viales antiguos. Es inevitable contrastarlos con alguno de los modernos, y lamentar que en parte ese espíritu se haya perdido.

No perdemos, por el contrario, las ganas de que Sotogrande progrese, desde el reciclaje hasta la seguridad de los jóvenes por la noche. Tampoco perdemos el anhelo de que algún día se recupere el Cortijo de Paniagua, y de que haya las imprescindibles mejoras en los accesos y conexiones. No se ha perdido la tolerancia, marca de la casa de Sotogrande, como hemos visto en la virtual ausencia de “madridofobia” durante el confinamiento.

Disfrutemos un año más del verano, tanto de los eventos deportivos en polo, golf y navegación, como de la gastronomía, los hoteles y las compras en las tiendas y el mercadillo. Pero todo ha cambiado, y, como siempre señala nuestro periódico, que informa puntualmente de la realidad de la comunidad de Sotogrande y del Valle del Guadiaro, deberemos actuar todos con responsabilidad.

El buque fantasma se marchará algún día, liberando el horizonte, y las mascarillas también, liberando los abrazos. Sotogrande permanecerá, y esperemos que, como siempre, con más luces que sombras.

Sotogrande

Between the ghost ship and masks

Carlos Rodríguez Braun

It came to Sotogrande and the landscape changed. In the sea, the impressive silhouette of the mega-yacht emerges, on which so many stories and rumours are woven that I will ignore, I will limit myself to calling it the ghost ship. In any case, it is a peculiar spectre, because it is impossible not to see it. There it is, majestic, silent, and proud, as if it were aware of the admiration and gossip it arouses.

But although the horizon of the sea isn´t the same, interrupted by the ghost ship, the landscape on land is also different, with masks as the symbol of the virus, which has caused so much damage.

And between the sea and us, also somewhat spectral with our masks, Sotogrande emerges, with its normal contradictions, its unique beauty, but with the ugliness of some of its constructions or the noise of cars and motorbikes.

The identity of Sotogrande depends on discretion, even austerity. And the key of those who founded it was their future vision, as seen in the old roads. It is unavoidable to compare them with some of the modern ones, and regret that in this regard that spirit has been lost.

On the contrary we have not lost the desire for Sotogrande to progress, from recycling to the safety of young people at night. Nor have we lost the desire to one day recover El Cortijo de Paniagua, and have essential improvements to entrances and connections. Tolerance, the hallmark of Sotogrande, has not been lost, as we have seen in the virtual absence of “Madrid phobia” during confinement.

Let´s enjoy summer again this year, the sports events as well as the polo, golf and sailing, as well as gastronomy, hotels and shopping in shops and the market. But everything has changed, and, as our newspaper always points out, and as it punctually informs the community of Sotogrande and Valle del Guadiaro about reality, we must all act responsibly.

The ghost ship will leave one day, freeing the horizon, and masks too, freeing hugs. Sotogrande will remain, and we hope that, as always, with more lights than shadows.