Entrevista a Nacho Domecq
Nacho Domecq es uno de los nombres más ilustres del polo y un testigo directo de la Historia de Sotogrande. La Revista de Sotogrande comparte un rato de charla con él donde las anécdotas del pasado nos descubren lo maravillosa que era la vida en aquellos primeros años de la urbanización.
“Las tardes jugando al polo con mi padre fueron las más felices de mi vida”
Echamos la vista atrás, cuéntenos, ¿cómo llegó su familia a Sotogrande?
El tema de Sotogrande llegó a nosotros a través del polo. En el año 1968 se organizó un campeonato en la urbanización y para celebrarlo invitaron a gente de distintos lugares donde se practicaba este deporte, como Madrid, Bilbao o Barcelona. Nosotros vinimos de Jerez. Eso fue en un mes de octubre y para diciembre se preparó un campeonato de Navidad y repetimos. Así comenzamos a hacernos asiduos a Sotogrande. Veníamos mi padre, mis hermanos, yo, que era pequeño, mi tío José…En aquel tiempo solo había para hospedarse los bungalós del golf y el Hotel Tenis. Luego, en 1973 se jugó la Copa de Sotogrande por primera vez en verano. Mi padre no podía jugar porque estaba lesionado y lo hice yo. Fue mi primera Copa de Oro y gané. A partir de ese año vengo todos los veranos, sin falta.
¿Cómo era aquella urbanización?
Aquel Sotogrande era como si te vas a una finca de tus padres, pero, en lugar de estar tus primos y dos amigos, pues estás con un buen número de chavales, de adultos y de niños ¡Era muy divertido! Recuerdo que no se pagaba nada. Luego pasaban la cuenta a nuestros padres, ¡que debía de querer matarnos!
Unos tenían casa, otros vivían en el hotel…, todo era muy familiar.
¿Y qué me dice de la vida social en aquel tiempo?
Era constante. Había muchos eventos, fiestas, finales de polo, de frontón hawaiano…, la vida era divertida. Por las mañanas íbamos a la playa, otros hacían deporte…,y por la tarde, como no había un sitio de copas como ahora, el polo era el punto de encuentro de toda la urbanización. Era diferente a la actualidad, no mejor ni peor, simplemente distinto.
No hay que olvidar a la gente que trabajaba para que esa vida social fuera perfecta. Personas que, al final, cuidaban de nosotros y nos querían, a pesar de que dábamos la lata mucho. Yo no era muy travieso, pero Verazadi, por ejemplo, era un ciclón. Con 14-18 años éramos trastos y, aún así, nos adoraban.
Háblenos de los orígenes del polo en la urbanización, ¿qué papel jugó su familia?
Como he indicado antes, el papel de mi familia en el polo de Sotogrande ha sido de juego y apoyo. La creación corresponde a los Zóbel, los Mc Micking o los Mora. A estos últimos hay que darles la importancia que tienen en el fomento y la continuidad del polo español, que no siempre se les da. Asimismo, hay que subrayar, también, otros muchos nombres de personas que han contribuido al desarrollo del polo en Sotogrande. Al principio, venir a Sotogrande era complicado para los patrones. Las infraestructuras no eran las mejores como ahora y muchos declinaban acudir. Por eso, hay que acordarse de mucha gente que, con su labor, ayudó a que hoy el polo de Sotogrande sea mundial y que tengamos las mejores instalaciones en Santa Maria, Dos Lunas o Ayala. Gente que estaba aquí todo el año jugando y daban al deporte continuidad, como Manolo Prado, Andrés Parladés o Peter Hold, entre otros. También otras muchas que no jugaban, pero que te hacían la cita agradable, que iban a ver los partidos, como Úrsula, que falleció recientemente…Aquí la gente venía a ver el polo por los jugadores más que por los caballos. Había siempre conocidos entre los polistas y eso atraía a su familia, a sus amigos… Eso pasaba, por ejemplo, con Alfredo Álvarez Pickman, y con muchos más. Yo opino que el origen del polo se debe no solo a sus fundadores, sino a todo este grupo de amantes de este deporte que lo hicieron posible y le dieron continuidad. Personas de las que no se habla normalmente y cuyo papel fue crucial, sin duda.
¿Qué recuerdos le trae el polo en la playa ¿es de los que piensa que su demolición fue un punto de inflexión en la historia de Sotogrande?
Yo no soy de los que se apegan mucho a las cosas, porque creo que en esta vida hay que aferrarse a lo que se tiene en cada momento. El polo en la playa era maravilloso, pero el polo de hoy también lo es…Aquel era más familiar, sí, pero ni mejor ni peor: distinto.
Es cierto que el polo ha cambiado, pero en el mundo entero. También es cierto que antes podían jugar cuatro y ahora puede hacerlo cualquiera. Con Sotogrande pasó lo mismo.
Explíquenos la relación entre Domecq, Sotogrande y el mundo del caballo.
La relación entre Domecq y caballos es consustancial. Ha habido una afición tremenda siempre y en general. Hay, sin embargo, dos o tres familias donde esa pasión era mayor si cabe y, entre ellas, estaba la mía. Mi abuela se quedó viuda joven y tenía toros. Como lo que le gustaba eran los caballos, vendió los toros y se quedó con los caballos. De ahí viene nuestro amor por ellos. Así, del gusto por los coches de caballos de la familia, mi padre derivó al polo, y de ahí la relación. En Sotogrande lo que tenía cabida era el caballo de polo. Tú dices Sotogrande en el mundo y la gente piensa en polo. Van de la mano. Esa es la relación.
Su padre era uno de los rostros más emblemáticos del Sotogrande dorado…
Mi padre…Si me preguntases a quien me gustaría parecerme, mi respuesta, sin dudarlo, sería que a mi padre, Pedro Domecq. Lo echo de menos cada día del año. Mi padre era entrañable, divertido, simpático, llano, generoso, muy generoso, con un poco de genio…Ayudaba a todo el mundo todo lo que podía. Ojala me quieran mis hijos como yo quiero a mi padre.
Háblenos de su abuelo, el Marqués de Bolarque.
Mi abuelo el Marqués de Bolarque era suegro de mi padre y era genial. Un señor del Renacimiento que fue, por ejemplo, presidente del Real Madrid del 1925 al 1929; que compró los terrenos donde luego se hizo el Bernabeu ; que fue académico de Bellas artes de Fan Fernando porque era músico; que ocupó el puesto de Embajador de Alemania; que fue presidente del Banco Urquijo; de la Real Federación Española de Golf…
El abuelo Bolarque era una persona entrañable, pequeñita y maravillosa…Recuerdo que me enseñó a limpiar los zapatos a la perfección…También intentó meterme en la música, pero eso no lo consiguió…Era alguien inolvidable a quien le encantaba Sotogrande.
Los niños jugaban un papel muy especial en aquel Sotogrande, ¿cómo recuerda aquellos veranos de su infancia?
Sotogrande era, es y será, siempre, una urbanización por y para los niños. Yo no he visto otro lugar donde los pequeños campen a sus anchas como aquí. Lo pasábamos pipa. Y nunca ocurría nada malo, era fantástico.
Los veranos eran muy divertidos. Nos dedicábamos a hacer mucho deporte; participábamos en las yincanas, que eran extraordinarias, pero que se dejaron de hacer cuando la urbanización creció porque era imposible organizarlas para tanta gente.
Luego, estaba el teatro de Garrigues. Yo no participaba, porque no era mi generación, pero iba a verlo. La oda era famosísima, y generaba mucha controversia, daba mucho que hablar, ¡era estupendo!
Quizás cuando llegábamos a la adolescencia, a la juventud, Sotogrande era un poco más aburrido. Algunos, incluso, lo llamaban ‘tostongrande’. Pero vamos, que luego, cuando se hacían mayores ¡se venían a vivir aquí!
¿Alguna anécdota que recuerde con especial cariño?
Tengo miles… Una vez fuimos a casa de Verazadi a ‘recenar’ y nos encontramos a un amigo y se nos ocurrió tirarle huevos en su casa. Él se vengó tirando también huevos, pero en todas las casas. ¡Nos cayó un tremendo castigo! Y es que era como si estás en tu casa y haces una gamberrada, sabes que te van a pillar…
¿Cuál era su lugar favorito?
En aquella época me encantaba Castellar por la tarde los días de poniente. Nos íbamos en una camioneta que tenía Tamy cargada de cervezas y disfrutábamos mucho. También me fascinaba sentarme en el Puente de Hierro I con mi padre las tardes de poniente con aquella luz preciosa…El poniente aquí es una maravilla, cuando va cayendo la tarde y llega el relente tras un día de calor, esa luz, es impresionante. Mi abuela vasca Eulate siempre decía que no había una luz como la de Sotogrande, azul, impresionante…
En el archivo histórico de Sotogrande atesoramos multitud de fotos de aquellos años. Su padre solía portar unas preciosas botas, ¿Qué fue de ellas?
Las conservo aún. Mi padre las compró en un viaje a México. Mandó hacer unas botas tejanas con su hierro. Luego las copió en varias ocasiones, pero las auténticas aún las tengo. No las puedo usar porque hoy las botas son más fuertes, pero las guardo con mucho cariño, están impecables.
Ha sido muy feliz en Sotogrande, ¿qué le pide para los próximos años?
Mi ilusión es dejar otra generación jugando al polo. En mi época, después de estudiar la carrera, me quise dedicar al polo, y lo hice, pero me habría encantado empezar antes, porque han sido, sin duda, los años más felices de mi vida. El tiempo que compartí jugando con mi padre, para mí, es un tesoro que guardo en mi corazón. Ahora disfruto y soy feliz compartiendo este deporte, esta pasión, con mi hijo.