Políticos a la fuga

_1ee924f1-955c-4713-a780-5a2d7bcd4ef3

Carles Puigdemont se paseó por Cataluña y después se escapó, a pesar de que sigue vigente una orden de detención contra él por un delito de malversación, que el Tribunal Supremo ha declarado que no es amnistiable.

 

Este bochornoso episodio ilustra una incómoda realidad: en nuestro país abundan los políticos que se dan a la fuga.

El PSOE ha huido hacia adelante, profundizando la estrategia de aumentar las cesiones al independentismo –desde la soberanía fiscal del llamado «cupo catalán» hasta la propia inacción de las fuerzas del orden que permitió la farsa de Puigdemont– para asegurar la permanencia de Pedro Sánchez en la presidencia del Gobierno.

Dicha estrategia ha logrado una victoria: Salvador Illa preside la Generalitat catalana. Pero no representa, como asegura la propaganda oficial, la «normalización» en la comunidad autónoma, porque el proceso independentista sigue en pie. Tanto Junts como ERC han huido también hacia adelante, para presentarse como los genuinos separatistas, acusándose mutuamente de no liderar con dignidad la causa de la independencia.

Además, la estrategia le puede costar mucho al PSOE, si se traduce en otra huida: la de sus votantes.

Precisamente, para neutralizar esa fuga de votos, la izquierda –mientras confía en que Junts protestará contra Sánchez, pero no dejará caer a su Gobierno, porque ello facilitaría un triunfo del Partido Popular– está ahora centrada en un doble objetivo: convencer a la gente de que el problema radica en los jueces, y de que la nueva financiación de Cataluña no dañará al conjunto de España.

Ambos objetivos son complicados de lograr. Por un lado, es evidente que los socialistas han sacudido el edificio institucional español, poniendo en peligro el respaldo popular al PSOE fuera de Cataluña.

Hay que ser muy entusiasta para creer que los problemas de España estriban en la división de poderes que impide que Pedro Sánchez haga todo lo que necesita para seguir en la Moncloa.

Y, desde luego, hay que ser prácticamente ciego para pensar que el «cupo catalán» no perjudicará a la gran mayoría de ciudadanos que no pueden darse a la fuga: los contribuyentes.